NUEVOS PODERES REGIONALES
Tendencias Internacionales en 2006
Mariano Aguirre
Codirector y Coordinador, Programas de Paz y Seguridad y de Derechos Humanos, FRIDE
En el año 2006 serán evidentes algunos cambios dramáticos en el sistema internacional. China y Asia Oriental continuarán su ascenso, Vladimir Putin consolidará su poder autoritario en Rusia, África recibirá más atención debido a sus recursos energéticos, la crisis del gobierno de Estados Unidos simbolizará el declive de la “única superpotencia” y se acelerará la debilidad de las Naciones Unidas. Por otro lado, parte del Islam político radical dejará la violencia por las urnas y la gestión. Las identidades nacionales, étnicas o religiosas serán factores clave en la política.
Se suponía que la globalización en el siglo XXI sería liderada por Estados Unidos. Sin embargo, en los próximos quince años China emergerá como “la otra superpotencia” promoviendo “otra forma de globalización” que no será el modelo liberal dirigido por Washington. China se convertirá en un poderoso Estado-nación con intereses realistas y pragmáticos, e ideas restrictivas sobre democracia, derechos humanos y cooperación.
Era una verdad asumida que la globalización disminuiría el papel del Estado. Esto ha ocurrido en varios niveles de gestión, pero el Estado regresa con fuerza en procesos tan variados como el auge de China y la India o las reivindicaciones de soberanía nacional e identidad que representan el triunfo de Evo Morales en Bolivia.
EL INTERLUDIO ESTADOUNIDENSE
La hegemonía unilateral de Estados Unidos posterior a la Guerra Fría sólo ha durado entre 1989 y 2005. Pese al inmenso gasto militar y su peso económico y cultural, Washington tiene que compartir poder económico y competir con Europa, China, Japón y con otros países del Sur, como Brasil. La guerra en Irak muestra las limitaciones del proyecto estadounidense de promover la democracia. Para millones de ciudadanos del mundo, la democracia por la fuerza no tiene ningún atractivo.
Las torturas y traslados ilegales de prisioneros, la corrupción y la incapacidad para gestionar la devastación que produjo el huracán Katrina muestran al gobierno ineficaz de una superpotencia en lenta decadencia. George W. Bush retirará parte de las tropas de Irak, alegando el avance del proceso político y la formación de fuerzas locales. El Partido Demócrata podría triunfar en las elecciones legislativas de noviembre.
El poder se desplaza a otra parte. Asia Oriental es un centro de acumulación de capital, tecnología avanzada y productividad en alza. Estados Unidos está endeudado con China, Japón y Corea del Sur para sostener su déficit fiscal interno y la deuda exterior. China supone grandes beneficios para las corporaciones occidentales, por la envergadura de su mercado interno y su capacidad exportadora. A la vez, Beijing acumula dólares ya que vende a Estados Unidos más de lo que le compra.
LA FUERZA DE ASIA
¿Avanzará Asia Oriental hacia una integración económica bajo el liderazgo chino? La integración política es compleja, debido a las divisiones de las dos Coreas y la de China y Taiwan. Pero la zona tiene fuerza suficiente para que su futuro no lo condicione ninguna potencia exterior. En el plano económico global, las tendencias las marcarán, precisamente, Asia del Sur y del Este. Con una población de 3.300 millones en los países de la región, la incorporación de una masiva mano de obra barata bajará los salarios y los beneficios para los trabajadores en otros países del mundo, mientras que la demanda de recursos energéticos mantendrá altos los precios del petróleo.
China mantendrá en 2006 su rápida industrialización, crecimiento y expansión comercial, situándose como cuarta potencia económica mundial, pese a sus problemas de desempleo rural, crisis ambiental y corrupción. A la vez se convierte en gran potencia militar regional, con especial desarrollo de su fuerza naval. Esto, sumado a la posesión del arma nuclear, provoca una gran inquietud en Japón.
Mediante una serie de mecanismos regionales, inversiones, demanda para su mercado interno, y acuerdos militares, Beijing gana una poderosa influencia. Desplaza a Estados Unidos y Japón en la zona de Asia Pacífico, al tiempo que integra a Burla, Corea del Sur, Japón, Vietnam, Australia, Singapur, Indonesia, Malasia, e India, entre otros. Entre tanto, India asciende con su auge económico y hábil diplomacia que la vincula a Rusia, Estados Unidos e Irán; es un contrapeso a China.
DESAFÍO CHINO
China desafía dos paradigmas del sistema internacional. Por un lado, el modelo de crecimiento autoritario pone en cuestión que la democracia parlamentaria con mercado libre y respeto a los Derechos Humanos sea el objetivo a lograr. Por el otro, se adhiere a las prácticas más convencionales situando el interés de su Estado por encima de cuestiones comunes, como la protección del medio ambiente. De la globalización se queda con las ventajas expansivas de los mercados abiertos. O sea, que reafirma su nacionalismo, se erige en líder hegemónico, y extiende su influencia pagando buenos precios, otorgando créditos blandos y entregando masiva ayuda al desarrollo a países que tienen petróleo y gas u otros recursos, como Angola, Sudán y Cuba. Este regreso a la soberanía nacional es también reivindicado por Irán con su programa nuclear o el presidente Chávez en Venezuela para ganar aliados gracias a la diplomacia del petróleo. El gobierno de Mahmud Ahmadinejad continuará con el programa nuclear por ser potencia regional y disuadir a otros estados que pudiesen atacarle y sufrir una guerra como la que tuvo con Irak; contener a Estados Unidos de un posible ataque; y reafirmar desde la perspectiva nacionalista que nadie le impone políticas desde fuera.
En Rusia, el presidente Vladimir Putin practica esa política de reafirmación nacional y deja de lado principios democráticos. El poder real está en la alianza entre el presidente y las fuerzas armadas, los gobernadores regionales y los directores de las grandes empresas de gas y petróleo. La represiva ocupación militar de Chechenia continuará teniendo respuestas terroristas de los islamistas radicales. La oposición en Rusia es débil y no habrá una revolución como en Ucrania. El precio del petróleo le favorece. Hacia Occidente, Moscú garantiza gas, petróleo y su colaboración en Afganistán, o para presionar a Corea del Norte. Estados Unidos, Canadá y Europa la premian: en 2006 presidirá el G8 aunque no es un Estado industrializado ni una democracia liberal.
Esa legitimidad le será confirmada interna y externamente también a la democracia autoritaria de Álvaro Uribe, en Colombia. Su gobierno seguirá ofreciendo seguridad y restricción de libertades, y una polémica ley de reintegración a los paramilitares y quizá a la guerrilla del ELN a cambio de paz. Menos democracia a cambio de una seguridad subjetiva será también una tendencia en América latina.
NACIONES UNIDAS
Estos nuevos alineamientos, regreso al Estado y democracia limitada llegan en mal momento para las Naciones Unidas. El secretario general Kofi Annan intenta salvar el multilateralismo: igualdad entre los 191 Estados miembros, derechos universales y obligaciones comunes para problemas transnacionales. Pero, frente al reforzamiento de cada Estado, la ONU puede quedar para gestionar operaciones de paz, crisis humanitarias, protección de Derechos Humanos, epidemias, programas contra la pobreza y procesos electorales sólo cuando los gobiernos del Consejo de Seguridad o líderes regionales se lo pidan y permitan. El ataque de Estados Unidos a la ONU tiene su correlato en las posiciones utilitaristas de China y Rusia hacia la organización, y el escaso compromiso de Europa.
También para la UE son tiempos difíciles, especialmente para conciliar los intereses estatales con un proyecto común. Así lo confirmaron los referéndums de 2005. Las revueltas en las calles de Francia son, además, problemas presentes para el futuro de Europa: la exclusión de las nuevas generaciones de hijos de inmigrantes y cómo gestionar el flujo migratorio actual. El atentado terrorista en Londres en julio pasado y los levantamientos en las calles de Francia han mostrado que los Estados más constituidos enfrentan problemas de identidad e integración en sus propias sociedades.
DEMOCRACIAS E IDENTIDAD
Las identidades serán un valor en alza. En las elecciones en Irak del 15 de diciembre, tres cuartas partes de los votantes eligieron a partidos islamistas. Kurdos, sunitas y chiítas votaron por sus respectivas comunidades. El voto por Evo Morales en Bolivia representa la identidad indígena que está relacionada con la idea de recuperar el control soberano de recursos naturales.
Esas identidades desempeñarán un papel clave en los procesos electorales. La democratización del mundo árabe generó en 2005 grandes expectativas. Los procesos, sin embargo, van a ser lentos y posiblemente den lugar a democracias menos liberales de las que se creía y a más gobiernos con islamistas en el poder de las que se esperaban en Occidente.
El conflicto palestino-israelí quedará limitado a la tensión entre un Estado nacionalista judío y uno islamista palestino. Israel definirá unilateralmente sus fronteras, gobierne Ariel Sharon o Benjamín Netanyahu, al tiempo que Hamas irá desplazando a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), con su combinación de pragmatismo político y electoral.
En América latina habrá elecciones en una decena de países. El caso de Brasil será clave: si Lula da Silva pierde el poder o queda en posición de gran debilidad habrá fracasado el intento de combinar un programa económico liberal con una agenda social. Y ese fracaso polarizará el resto del espectro político latinoamericano reabriendo la duda sobre cómo combinar la democracia, el liberalismo económico y un proyecto social. El populismo, en algunos casos, será una carta de identidad.

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